sábado, 25 de agosto de 2018

El ángel


 
En el oscuro cielo, la luna llena hacia su aparición. Un mes sin verla parecía una eternidad.
Acostado en el suelo, su espalda descansaba del intenso dolor que era ya su compañera inseparable. Un olor a fruta madura llegó desde lejos, lo que hizo que se levantara y caminara una corta distancia  hasta la mesa al aire libre.
Mangos de varios colores: verdes, rojos y amarillos estaban a la vista.
Alguien gritó su nombre desde adentro de la casa, una voz femenina y antigua, como aquellas voces que cuentan cuentos e historias cuando somos niños.
La mujer de cabello blanco salió, lo vio y lo invitó a pasar. La cena estaba lista.
Por mucho tiempo pensó que no volvería a escuchar palabras amables, le parecían extrañas. Entró a la pequeña casa y vio la comida caliente en las cacerolas. La señora del cabello blanco le indicó que se sirviera a su gusto, y así lo hizo.
La noche continuó mientras hablaban, él sobre todo; contándole sus desventuras en la vida durante los últimos meses.
Ella escuchaba atentamente. Le ofreció un poco de licor casero y él aceptó. Fue uno solo… fue suficiente.
El momento de despedirse llegó, la señora de blanco cabello lo acompañó a la puerta, le besó la frente y le deseo lo mejor.
-          Vete lejos, le dijo. - Aquí no hay futuro para los jóvenes.
 Él sonrió y caminó sin voltear la vista. Se dio cuenta que no le había preguntado el nombre  a la anciana. Intentó volver sobre sus pasos. Pero la puerta estaba ya cerrada y la luz de la calle apagada.

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