lunes, 14 de diciembre de 2015

La Toña





Cuando la Toña murió, toda la casa se llenó de dudas. Nadie sabía mucho sobre ella, aparte que llegó a sus 14 años a servir a la abuela. No sabían si tenía familiares. Nadie en esos 50 años se tomó la molestia de preguntarle. La única que podría decir algo era la abuela, pero hace muchos años el alzheimer le había quitado sus recuerdos.

La Toña fue una mujer bajita y morena, a sus 64 años no tenía canas visibles en su cabeza. De caminar fuerte y ágil. Siempre un paso adelante a cualquier necesidad de los miembros de la familia. Era también guardiana de secretos.

Todo el tiempo atenta. Siempre escuchaba y observaba, pero nunca opinaba. Nadie pedía su opinión. Seguramente su única amiga real fue la abuela, y cuando esta la olvidó por su enfermedad, prefirió morir.

La encontraron ya fría, sobre la cama, en su cuarto al fondo de la casa. Notaron su ausencia al no encontrar el café recién hecho por la mañana. Fortuna, la perra de la casa, no quiso salir del cuarto de la Toña el día que la enterraron. Lloró y gimió mucho tiempo, hasta que la Toña se la llevó con ella.

martes, 11 de agosto de 2015

Capítulo V . La visita

 
El perro blanco ladró cuando lo vio asomar por la ventana. No lo reconoció inmediatamente, fue después de tronar los dedos y sonreírle, que el perro blanco comenzó a mover la cola y bajó las orejas esperando una caricia.
Habían pasado varios meses desde que El Toro no visitaba esa casa. Tuvo la sensación que estaba más oscura y más vacía. La tristeza era dueña de ese lugar. Al final del pasillo, una maceta con la esquina rota lo hizo detenerse y un alto espejo le hizo pensar que ya era momento de rasurar su barba.
La niña Mary estaba en la pequeña cocina haciendo café, le ofreció una taza y él aceptó gustosamente. A media tarde, el café es casi un rito diario.
La tristeza de la señora era evidente, ya ni siquiera ocultaba sus canas con el tinte de siempre. A menudo pensaba en su hija y lloraba. Aunque no lo mencionó en la conversación.
Chelito, el perro blanco, permanecía debajo de la mesa mientras bebían la segunda taza de café. Reaccionó cuando El Toro se levanto para despedirse de la niña Mary. La señora le dibujó la señal de la cruz en su cara,  inmóvil en la puerta principal. Un beso impulsivo en la mejilla de la niña Mary y una caricia al Chelito dieron por terminada la visita.