martes, 11 de agosto de 2015

Capítulo V . La visita

 
El perro blanco ladró cuando lo vio asomar por la ventana. No lo reconoció inmediatamente, fue después de tronar los dedos y sonreírle, que el perro blanco comenzó a mover la cola y bajó las orejas esperando una caricia.
Habían pasado varios meses desde que El Toro no visitaba esa casa. Tuvo la sensación que estaba más oscura y más vacía. La tristeza era dueña de ese lugar. Al final del pasillo, una maceta con la esquina rota lo hizo detenerse y un alto espejo le hizo pensar que ya era momento de rasurar su barba.
La niña Mary estaba en la pequeña cocina haciendo café, le ofreció una taza y él aceptó gustosamente. A media tarde, el café es casi un rito diario.
La tristeza de la señora era evidente, ya ni siquiera ocultaba sus canas con el tinte de siempre. A menudo pensaba en su hija y lloraba. Aunque no lo mencionó en la conversación.
Chelito, el perro blanco, permanecía debajo de la mesa mientras bebían la segunda taza de café. Reaccionó cuando El Toro se levanto para despedirse de la niña Mary. La señora le dibujó la señal de la cruz en su cara,  inmóvil en la puerta principal. Un beso impulsivo en la mejilla de la niña Mary y una caricia al Chelito dieron por terminada la visita.