lunes, 24 de noviembre de 2014

Capítulo IV. Ya era tiempo de actuar

La tarde en que enterraron a Ingrid llovió. Fue justo después de bajarla a tierra. Mucha gente asistió, en su mayoría miembros de la iglesia. De todos ellos, solamente el Toro sabía que Ingrid murió embarazada.
Nuevamente fue un bus rentado el que se llevó a los feligreses después del entierro, y nuevamente el Toro no lo abordó, prefirió quedarse hasta que la última persona abandonara el cementerio.
Esperó hasta que la lluvia cesó, para comenzar la vuelta a casa. 
Hora y media en el transporte público, un poco empapado. 
Le dió vueltas en su cabeza a todo lo que estaba pasando durante el trayecto a su colonia.
Pensó en todo el tiempo desperdiciado, en tantos proyectos abandonados y en lo corta que era la vida.
A Ingrid le pasó. Podía pasarle a él. Ya era tiempo de un cambio. Ya era tiempo de actuar.