Recuerdo perfectamente la plática de esa noche con Ingrid,
se encontraba sumamente triste… deprimida.
¿No sé que voy hacer? ¿Cómo se lo digo a mis papas? Repetía
continuamente. Al mismo tiempo que su vista se perdía en los juegos de los
niños que salían de la iglesia.
Yo la miraba fijamente mientras le daba vueltas a mi cabeza
buscando una solución.
Lo mejor es ser sinceros Ingrid, tenés que decírselos lo más
pronto posible. -¿Qué dice el papá del bebé?
Que no es de él. – Me respondió. ¡No quiere hacerse cargo! Soltó
a llorar.
Estábamos un poco alejados de la gente, esto evitó que los
demás se dieran cuenta de lo que estaba pasando.
¿Qué van a pensar el pastor y los otros hermanos? Reaccionó
levantando la cabeza.- ¿Y cómo lo voy a mantener? Ni siquiera he terminado el
bachillerato, sollozaba.
Yo sólo podía repetirle que todo estaría bien, pero que lo
primero era contarles todo a sus padres.
Fue en ese momento que escuchamos como un hermano de la
iglesia anunciaba que los autobuses que transportaban a los demás hermanos
tenían que ser abordados, casi partían.
Ingrid me vio y se limpio las lágrimas, pude apreciar ese
lunar junto a su ojo. Le di un beso en la mejilla y se alejó con un lento
andar.
Me llamó la atención que ese día tenia su cabello recogido
en una cola de caballo y no suelto como normalmente lo usaba.
¿Cómo podía saber que esa era la última vez que la vería?
–La lluvia comenzó a caer y mi panorama cambio de un minuto a otro.