Ese día (como todo sábado), yo
hacia la labor de servicio al cliente. Honestamente nunca me gustó esa asignación
y, no está demás decir que esa tarde en particular lo hacia con desgano.
Terminé de atender un cliente, este
se retira, es entonces que levanto mi mirada
y veo a alguien esperando turno. Yo era el único agente desocupado, así que con
profunda resignación le digo: “Pase”.
Me explica su problema y le solicito
su DUI para gestionar su consulta.
Y es, en ese momento que mi perspectiva
del día cambia.
Simplemente no podía creer que tenía frente a mí al escritor a quien yo admiraba
tanto.
Fue así como conocí al un hombre que
me enseño con ejemplo, de quien aprendí a amar la escritura, quien me mostró un
camino y camino un pequeño tramo conmigo para demostrarme que era un camino duro,
pero lleno de satisfacciones. Ese hombre que no creía en las Musas, sino en el trabajo
duro y en el enfoque de lo que se esta creando en un momento determinado. Ese Hombre
nos dejo físicamente hace unos días.
Pero lo tengo dentro de mí, sin exagerar
cada vez que me dispongo a escribir pienso: “¿Cómo lo haría Carlos?”
Esta primera nota va dedicada a usted
Carlos, sin temor a llamarlo mi maestro. Se le va a extrañar mucho, pero mucho.